Su nacimiento y Juventud.
Su nombre era Aurelio Agustín. Nació el 13 de Noviembre de 354 en Tagaste, importante ciudad de Numidia, que se encuentra al norte de África. Su padre Patricio, pagano, era un africano romanizado, pequeño propietario y trabajador del municipio público. Su madre. Mónica, era mujer cristiana y piadosa que educó cristianamente a su hijo. De él se conoce que tiene dos hermanos: Navigio y Perpetua.
Su Formación (Niñez y Juventud).
Agustín fue un niño alegre, revoltoso, entusiasta del juego, a veces travieso, amante de la amistad. No le gustaba el estudio del griego, por lo difícil que le resultaba y rechazaba a sus profesores por sus métodos de enseñanza muy estrictos. En Tagaste realizó sus estudios básicos.
Patricio deseaba hacer de su hijo un retórico, es decir un profesor de letras que se encargaba de realizar discursos en las cortes de los reyes. Era este el camino más corto para alcanzar los puestos que le darían la mayor fama e importancia. Así se mudó a la vecina ciudad de Madaura, más importante que Tagaste, donde se entrega con mucho entusiasmo al estudio de los libros clásicos. En Madaura realizó sus estudios secundarios.
En el verano del 369, por problemas económicos en su familia, se tiene que devolver a Tagaste, donde permaneció ocioso durante un año, entregándose de lleno a los placeres de su tiempo; jugando con sus amigos y haciendo maldades. Así nos cuenta él mismo en sus Confesiones que cierta noche, después de jugar mucho por las plazas de su pueblo, fue él con todos sus amigos a sacudir un árbol cargado de frutos. Tomaron luego todas las peras que pudieron, no para comérselas, sino para dárselas a los chanchos.
Gracias a la ayuda de Romaniano, pudo continuar con sus estudios superiores en Cartago, capital de África romana, ciudad que guardaba un gran esplendor por su importancia. Ahí estudia lo que enseñaban las Universidades: retórica, dialéctica, geometría, música, matemática. En esta gran capital todos los placeres que el joven Agustín quería los tenía a la mano: el teatro, los amores que lo acosaban y las fiestas con sus amigos lo dominaban cada vez más:
¿Hay algo más reprobable que el vicio?
Sin embargo, para evitar que me humillaran,
me iba enviciando progresivamente.
Y cuando no podía igualar a los más sinvergüenzas,
inventaba cosas que no había hecho
para no dar la imagen de ser menos inocente que los otros.
San Agustín Confesiones Libro I, 7.
Comenzó por esta fecha a convivir con una mujer, de la cual tendrá, en 372, un hijo llamado Adeodato, que quiere decir “dado a Dios”. Su madre trataba por todos los medios que Agustín dejara su mala conducta y se entrega de lleno a la oración, pero Agustín consideraba la fe católica como poco atractiva en su vida.
Agustín y la Búsqueda de la Verdad.
En el 373, lee el Hortensio de Cicerón, libro que se ha perdido en el tiempo. Este libro contenía un elogio de la Filosofía como lugar para alcanzar la sabiduría. Él atraído por la verdad decidió ir en su búsqueda sin la ayuda de nadie.
Lee la Biblia por curiosidad, pero las traducciones que existían y su propio orgullo no le dejan apreciarlas, no las entiende.
Mi orgullo no podía soportar aquella simplicidad de estilo.
Por otro lado la agudeza de mi inteligencia
no conseguían penetrar en lo intimo de ella.
La Biblia fue hecha para acompañar
el crecimiento de los pequeños,
pero yo desechaba el hacerme pequeño,
ya que por mi orgullo yo me sentía grande.
San Agustín Confesiones, libro III, 5
A los veinte años, entra en la secta de los maniqueos, que tenía gran fama en su tiempo, por ayudar a alcanzar la sabiduría y la verdad.
Con el pasar del tiempo, Agustín siempre inquieto, comenzó a cuestionar las creencias que los maniqueos profesaban, pero siguió con ellos por 9 años, a pesar de la profunda amargura de su madre Mónica.
Con la muerte de su padre, su familia queda en condiciones difíciles. Y Agustín se dedica en Tagaste a la enseñanza de la gramática. Entre sus alumnos se encontraba Alipio, que se tornará su gran amigo. Con la ayuda que le presta el rico Romaniano, Agustín puede volver a Cartago; así abre una escuela de retórica, la cual tendrá muchos alumnos, que se unen a su maestro y lo seguirán por mucho tiempo. Esto a Agustín lo llena de satisfacciones como la coronación que recibe en un certamen poético. Publica su primer libro: De lo bello y de lo Conveniente.
Comenzó a hallar absurdas las doctrinas maniqueas, sobre todo después del malogrado encuentro con el obispo Maniqueo Fausto, por muchos considerado como el más grande sabio que había existido y que podría responder todas las dudas y quejas que Agustín tendría. Desilusionado por que Fausto nada pudo responder a las preguntas de Agustín, él nos dice:
La Sabiduría y la ignorancia son más o menos
como los alimentos útiles a los novatos
pueden ser presentadas con palabras pulidas o rudas,
o como los buenos o malos alimentos pueden ser
servidos en platos finos o grotescos.
San Agustín Confesiones. Libro V, 10.
Así se convenció cada vez más de lo equivocadas que estaban las enseñanzas maniqueas, pero por atención a sus amigos continuó en el círculo maniqueo por algún tiempo, mientras este inquieto profesor de retórica encontraba ahora insatisfacciones por la indisciplina de los alumnos y el poco sueldo que recibía.
En el año 383, después de ocho años, una noche de verano, Agustín se embarca para Roma, sin el conocimiento de su madre. En Roma, sus amigos maniqueos lo hospedan y en corto tiempo el obtiene a través sus correligionarios residentes en Milán una cátedra en esta ciudad. Da lecciones aquí del 384 al 386.
En este período de mucho cambio, pasa por una gran crisis, ya que la búsqueda de la verdad le parece inalcanzable. Es atraído por el neoplatonismo, (otro tipo de corriente filosófica), que le agrada sobre todo por la espiritualidad fundada en el desprecio de las pasiones. Y de hecho se encuentra sintiendo ahora una profunda exigencia de liberarse de la esclavitud de los sentidos.
Agustín es un hombre que se encuentra esclavo de sus pasiones y son ellas las que lo mueven pero grita dentro de su interior un pequeño hombre que quiere levantarse y dar gritos de vida: Es el hombre interior que se encuentra a la escucha de Dios que habla en el Interior (Y a este Cristo que predica la palabra de Dios, su Padre Agustín llamará el Maestro interior), que le pide seguir sus caminos.
En su ayuda viene la predicación del obispo Ambrosio, a quien comienza a oir con frecuencia.
Me alegraba de oír a Ambrosio con frecuencia,
muchas veces en sus sermones,[…]
el problema consistía en mi pretensión de querer
entender los textos, como lo hacía con los ejercicios de matemáticas[…]
Pero, para ello era necesario el suave remedio de la fe.
San Agustín Confesiones, Libro VI, 6
Agustín y su conversión.
Ambrosio interpretaba las Sagradas Escrituras de un modo que se volvían entendibles para la mente de Agustín.
En julio del 386 una crisis definitiva atormenta su alma: Agustín tiene 32 años y es huésped de un compañero de trabajo. Es ahora irresistible la decisión de volver a la fe de su madre. Así Agustín, luego de llorar y gritar a Dios por sus males y por su sordera para escucharlo, él escucha que cantan la voz de unos niños: Toma y lee, Toma y lee, y Agustín presto a entender el mensaje toma el primer libro que encuentra, abre la carta de Pablo a los Romanos y lee:
Como en pleno día, procedamos con decoro:
nada de comilonas y borracheras;
nada de lujurias y desenfrenos;
nada de rivalidades ni envidias.
Revestíos más bien del Señor Jesucristo y
no se preocupen de la carne para satisfacer
sus concupiscencias.
Romanos 13, 13.
Y con ella Agustín creyendo que era la voz de Dios que le hablaba exclamó a fuerte voz:
¡Tarde te amé, belleza siempre antigua
y tan nueva tarde te amé! el caso es que tú estabas dentro de mí y yo fuera.
Y fuera te andaba buscando y, feo como estaba
Me lanzaba sobre la belleza de tus criaturas.
Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo[…]
Me llamaste, gritaste, y rompiste mi sordera.
Brillaste y tu resplandor hizo desaparecer mi ceguera.
Exhalaste tus perfumes, respiré hondo y suspiro por ti.
Te he saboreado, y me muero de hambre y sed.
Me has tocado, y ardo en deseos de tu paz.
San Agustín, Confesiones, libro X, 27.
Así se desarrolló la conversión de nuestro santo, él que durante la vigilia pascual del 387, en la noche del 24 para el 25 de abril, el obispo Ambrosio le administró el bautismo y también a su amigo Alipio y a su hijo Adeodato, que tenía solo 15 años. Los tres pasaron siete meses en un retiro en Casiciaco, en Italia.
Agustín deja Milán y vuelve para África, con el propósito de fundar una especie de comunidad religiosa en Tagaste. En Ostia, antes de embarcarse, muere su madre Mónica, dejando a Agustín con una pena sin igual en su vida.
Agustín deja Roma en otoño del 388 y realiza en Tagaste su sueño de fundar una comunidad de oración y contemplación, de diálogo y trabajo intelectual de convivencia y fraternidad según el ideal de la vida de los primeros cristianos como se puede ver en los Hechos de los Apóstoles 2, 42-45 y 4, 32-35.
En el año siguiente muere su hijo Adeodato, todavía muy joven.
En Hipona, el viejo obispo Valerio tiene necesidad de un sacerdote que lo ayude en su ministerio de predicación; el pueblo aclama a Agustín. Estamos en el 391. Cuatro años después, es ordenado Obispo, y en el 396 sucede a Valerio en la diócesis de Hipona. Su estilo de vida no fueron alterados: su comunidad prosiguió como en Tagaste y otra nueva nace en Hipona. Muchos son los discípulos que imitaron su forma de vida, para los cuales escribió una regla de vida: Regla para los siervos de Dios.
Los años pasaban con una actividad incansable: su ministerio y la publicación de escritos dogmáticos, morales y comentarios bíblicos y pastorales consumieron su tiempo
Así el 28 de agosto del 430, muere con setenta y cinco años de edad en Hipona, faltándole 3 meses para cumplir 76 años.
Obtenido de la Página de la Comunidad Agustina de Chile